sábado, 28 de julio de 2012

Final de partida


Nada me da más placer que hacerme un té Earl Grey y sentarme a escribir en el comedor de mi piso. Por la ventana puedo ver Buenos Aires congelada y oscura y me siento como en casa. Hace varios días que quiero actualizar el blog, pero me hice un tratamiento en las uñas que no me permitía usar las manos. No sólo el blog se me atrasó, también mi tesis. Ahora ya estoy lista y acá me tienen con ustedes.
La semana pasada se terminó el rodaje del video de NO SOY TU NOVIO. Fue una experiencia muy emocionante, pero vamos a empezar por el principio. Quedamos en reunirnos en la casa de Hernán a las 10 de la mañana, un horario rarísimo para vampiros como Peter y yo. La noche anterior yo me había quedado a dormir en lo de Aymée (la artista antes conocida como Sofy o Chika Rabieta) y, lógicamente, nunca escuchamos despertador. Cuando me quise dar cuenta ya eran casi las 11 de la mañana y todavía seguíamos en la cama. Me monté a toda velocidad, me apliqué el maquillaje básico casi como si fuera un sticker y salí para allá, Aymée no se sentía bien y me dijo que nos iba a encontrar directamente en la locación.
Fok, Vicente, Hernán y Emi leyendo
la letra chica del contrato en un
momento "íntimo"
En lo de Hernán ya estaba todo en funcionamiento. Tanto él, como Emi, Novella y Fok estaban siendo maquillados en la cocina y en el comedor estaba la Betty ocupándose de Peter y Cynthia, y los ToyBoys supervisando todo. A la Betty no la veía desde hacía más de 10 años, pero increíblemente está IGUAL. En un momento fuimos muy amigas, especialmente en la última etapa de Ave Porco; con ella aprendí todo lo que sé del arte del engaño, digo maquillaje. Cuando me vio no me pudo creer ahí y me dijo que lo que me había hecho en los labios me quedaba muy bien. Eso en realidad fue una sorpresa para todos, me hice una inyección mínima de botox que me los dejó espléndidos. Me quedé charlando un rato con ella y después me fui a hacer mi arte: armar porro. Le pusimos un clima a la mañana y, cuando todo estuvo listo, salimos para la locación. No quiero dejar de mencionar que esta vez se nos sumó un compañero nuevo, el adorable Vicente, venido directamente desde Chile al departamento en Constitución de la Hernán.
Como se imaginarán, no puedo ni darles una pista del lugar al que fuimos porque los ToyBoys me descuartizan, y aparte ahora quiero hacer buena letra porque me ofrecieron hacer un cameo en UN VIERNES NEGRO PARTE 3. Desplegamos todo nuestro equipo y yo me quedé con Vicente haciendo el catering. Al rato llegó Aymée, que se quedó flasheada cuando la vio a Cynthia. Me muerdo la lengua para no contarles nada, pero el modismo de Cynthia llegó a su cenit ese día. Lo único que me voy a permitir decir es que tenía las tetas tan levantadas que una no podía evitar tocárselas, y cómo no, Aymée tuvo que probar también.
Eze y Emi con el reflejo de la increíble Betty
Como siempre, los ToyBoys se habían organizado muy bien, así que fue la jornada de rodaje más rápida y corta de todas. Cada uno se fue para su lado y yo me quedé con Peter, que hacía un tiempo que no nos veíamos. Fuimos a su casa y, como no podía ser de otra manera, tomamos té, fumamos porro y nos reímos un poco de todo. Dos días después filmamos lo último que quedaba del video, que era el playback de Peter con un croma de fondo (ni yo sé qué irá a salir de fondo). Nos juntamos en la sede de Devoto de los estudios ToyBoys y lo liquidamos en una noche. Esta vez fuimos los justos y los poseídos nada más, los chicos, Peter, Cynthia (que estuvo, literalmente, 4 horas maquillando a Peter) y yo. Voy a extrañar un montón juntarnos a filmar, pero confío en que vamos a volver a las andadas dentro de poco. Por lo pronto, comparto con ustedes el primer video-clip que hicieron los ToyBoys para Los hermanos butaca. ¡No se pierdan a Mavi Díaz que es LA VIDA!     


viernes, 13 de julio de 2012

Campana, mon amour


La semana pasada Peter y yo hicimos un viaje muy especial para mí. Después de insistirle una y otra vez desde que volví a la Argentina, lo convencí de llevarme de vuelta a Campana, su hogar natal.
A fines de los 90, cuando nos hicimos amigos, era costumbre ir para allá una vez al mes, estar en su casa, en su cuarto, escuchar música de su colección de vinilos de los 80 y CDs. A veces éramos los dos solos, pero casi siempre estábamos todos los freaks: los gemelos Alan y Ricardo, que también eran de allá, Nicky, Natalia, la Borisa, la Bedoya, ¡Pablo! y tantos más. Cada vez que sus papás se iban de viaje, íbamos todos a ocupar la casa y a quedarnos reventados durante los fines de semana o incluso semanas enteras. Con el tiempo de a poco nos fuimos yendo todos de Buenos Aires, yo fui la primera, y esa costumbre se cortó. Cuando volví lo primero que le dije a Peter fue que quería ir para allá, pero me dijo que ya no iba más nadie, que él iba poco y, sobre todo, que Campana era un bajón. Igual, yo insistí. E insistí. E insistí. Y lo logré.
Aprovechamos que los dos tenemos los miércoles libres y nos tomamos el Chevalier del martes a la noche. La estación está más tétrica de lo que la recordaba, aunque seguro que no cambió nada. Lo que pasa es que antes éramos todos unos locos que llenábamos de energía cada lugar al que íbamos. Igual Once siempre fue de terror. Como no podía pasar de otra manera, cuando llegamos la boletería ya estaba cerrada y sin boleto no te sube nadie. Decidimos esperar igual al micro a ver si podíamos convencer al chofer de que nos llevara igual y comprar los pasajes en la próxima estación. Primero fue un borracho que estaba esperando con nosotros, pero le dijo que no. Después fue Peter y le dijo que no también. Sabía que a mí no me iba a poder decir que no, así que di un paso al frente y me hice cargo de la situación. Me toqué el pelo para darme suerte, desde la raíz hasta la punta de la cola que me llegaba, valga la redundancia, a la cola y le pedí si por favor no nos podía llevar, que sea bueno y que no nos deje parados en Once toda la noche. Funcionó. Me di cuenta ni bien me miró, no me podía sacar los ojos del busto.
El viaje fue menos largo de lo que lo recordaba, pero los asientos eran igual de incómodos. Igual el tiempo se nos pasó volando poniéndonos al día. Suelo ver seguido a Peter, pero siempre tenemos millones de cosas para contarnos, sobre todo en lo que concierne a nuestras aventuras amorosas. Llegamos a Campana apenas pasada la medianoche. La calle estaba desierta, pero no me dio miedo. El silencio y la oscuridad de Campana es distinto al de Capital y al del resto del mundo. De repente tuve una ola de nostalgia, la primera de nuestra estadía ahí. Entramos a su casa en silencio para no despertar a nadie y nos internamos en la cocina a hervir agua para hacernos un té. Yo estuve en pareja con ingleses y con chinos, pero nadie tomaba más té que Peter. Una vez que recuperamos el calor nos fuimos a su cuarto y preparamos las camas. Al principio fue un shock volver a entrar ahí. Estaba todo casi igual a la última vez que había ido. Incluso estaba pegado todavía el póster de Marilyn Manson que le regalé cuando me fui a España. Sin dudas lo que más ganas tenía de volver a ver es el afiche de las trillizas de oro motoqueras. ¡ES LA VIDA! ¡LA VIDA MISMA! Al final nos quedamos charlando horas acordándonos de anécdotas. Yo aproveché para sacarme el maquillaje y las pestañas y ponerme la crema. Me dejó dormir en su cama y tiro un colchón en el piso para él.
Al otro día me desperté yo primera, naturalmente. En la época en la que vivíamos todos juntos, los mellizos, Nicky, Nata y yo siempre arrancábamos el día más o menos al mediodía y a Peter se quedaba tapado con frazadas al lado nuestro hasta como las dos de la tarde. Desayuné con la mamá y al rato apareció él. Peter siempre parece más chico de lo que es, pero en su casa y con sus papás parece realmente un niño. Terminamos nuestro té con Surtido Bagley, del que quedaron solamente los anillitos, y nos internamos en el cuarto de vuelta. Nos prendimos un porrito e inmediatamente nos pusimos a escuchar sus vinilos. Abrimos el cajón y entramos a sacar y a pinchar uno atrás del otro: Soft Cell, Depeche Mode, Grace Jones, Nina Hagen, ¡Tormenta! ¡Los Parchis! ¡Y el Club del Clan! Nos morimos de la risa, éramos como dos personajes de Dark Shadows. Calentamos la comida que nos dejó su mamá en el horno y enseguida nos fuimos a abrir el mítico placard de los vestuarios. ¡Fue TODO! Inevitablemente nos empezamos a poner todo, desde las camperas de los 80 hechas con cortina de baño hasta la peluca de Lulú Fox. Lo más increíble fue reencontrarme con ropa que yo había usado en shows de Ave Porco, especialmente los conjuntos de las momias travestis que hacíamos en nuestro homenaje a Marilyn Manson. Casi se me cae una lágrima, pero todavía había luz y había que aprovecharla, así que salimos a caminar. Nos prendimos otro porro y enfilamos para el cementerio. Eso era algo que teníamos en común con Peter cuando nos conocimos: a los dos nos encantaba ir al cementerio y pasar horas ahí. Más allá de nuestro vampirismo, creo que tenía que ver con nuestra necesidad de encontrar lugares igual de no convencionales que nosotros para pasar el tiempo. Nos costó un poco, pero encontramos nuestro lugar, donde nos instalábamos con todos los demás a fumar y hacer cualquier cosa. Salimos antes de que anochezca y fuimos al centro. Estaba todo muy cambiado, pero para bien. Nos costó reconocer lo cerrado y alejado de Campana, sobre todo con la cantidad de skaters que vimos andando por todos lados. Supusimos que Necro de Boom Boom Kid y Fun People tendía algo que ver. Volvimos a su casa, comimos algo y partimos de regreso.
Fue un día súper especial para mí y le agradecí infinitivamente que me llevara de vuelta para allá. Todavía siento un poco de toda esa nostalgia. A veces extraño que estemos todos juntos de vuelta, pero siento que en algún momento no nos quedó otra que crecer. Peter, por suerte, se pudo mantener fiel a sí mismo. Espero que mi estadía en la Argentina haga eso por mí. Tener mi DNI me ayudó muchísimo, espero que pasen muchas más grandes cosas.