miércoles, 12 de octubre de 2011

Débora y yo

Después de que Fok me insistiera toda la semana cada vez que me quedé a dormir en su casa, me decidí por contar un poco quién soy yo a las personas que solamente me conocen a través del blog. Débora Gamerro nació como tal en 1996, al momento en que me di cuenta de quién era yo realmente, quién había nacido para ser. Lo anterior fue un camino, un recorrido que hice y que me trajo hasta donde estoy ahora. Se podría decir que tuve dos nacimientos, uno en 1976 y otro en el 96, pero sé que, al mismo tiempo, yo nací de esta manera.
Marilyn Manson circa 1996, mi
musa inspiradora
¿Por qué 1996? Porque fue cuando descubrí a Marilyn Manson y las posibilidades de adecuar mi identidad a como realmente me sentía. Me sentí inmediatamente capturada e identificada con su androginia y su monstruosidad y eso no me volvió a pasar con otro artista hasta este año cuando Lady GaGa lanzó Born This Way. En el fondo siempre me sentí como Marilyn Monroe en The Misfits (mi película favorita): un desecho de la sociedad, una completa inadaptada. Y esto se vio acrecentado por ser hija de padres desaparecidos. Nací despojada de una identidad y tuve que crearla por mi cuenta.
Pasé por varias carreras universitarias, hice el CBC para Filosofía y cursé medio cuatrimestre de Astronomía en la UNLP, hasta que me decidí por Oceanografía en Exactas. Puede sonar aburrido, pero siempre me sentí intrigada por el mar, por las olas, por la luna y por lo hay en el fondo del agua. Al mismo tiempo me dediqué brevemente a la actuación en algunas obras independientes y empecé a bailar en boliches como Ave Porco y El dorado. En esa época fue que nos conocimos con Peter en ese casting histórico y empezamos a hacernos cada vez más amigas (digo amigas porque, aunque usted no lo crea, señora, Peter era una señorita en los 90, una sirena con su larga cabellera dorada).
Me recibí de Licenciada en Oceanografía con diploma de honor y conseguí un trabajo excelente en una empresa, pero el 2001 desbarató todos mis planes. Ese puesto (y la empresa, al poco tiempo, también) se cayó y me encontré en medio de la nada. Como muchas otras personas, vendí todos mis discos, cassettes, CDs, VHS, muebles, todo, TODO, y me fui para España. Lo lógico hubiera sido buscar un trabajo dentro de mi especialidad, pero me hice amiga de otra chica trans española que vivía en Barcelona y me consiguió trabajo en la peluquería donde estaba ella. Nunca había cortado un solo pelo, pero les hacía unos peinados soñados a todos mis amigos, así que empecé dedicándome a eso, a peinar novias, chicas que cumplían años, divorciadas aburridas y mariquitas.
Al principio extrañé muchísimo la Argentina y a todos los que había dejado atrás y así empecé a escribir cada vez con mayor regularidad. Todo había empezado en las trasnoches del Ave Porco con Peter, a veces nos quedábamos en el camarín borrachas escribiendo cadáveres exquisitos o leyendo poemas de Alejandra Pizarnik y Sylvia Plath. Antes de irme tuve la suerte de ver la versión de Peter de “Los poseídos entre lilas” y casi interpreté yo misma de Futerina, pero estaba a punto de recibirme y no podía preparar finales y mi tesis y, al mismo tiempo, ensayar todos los días. Por esas causalidades de la vida, en el 2006 me cayó a mi casa en Barcelona Germán Weissi, un amigo de Peter que estaba de paseo por Europa. Se quedó un par de días conmigo y me contó que era editor de poesía. Le mostré mis cuadernos y quedó flasheado. Me pidió que le mande poemas para publicar. Tardé años en animarme, hasta que en el 2009 le mandé por correo 4 copias manuscritas de “La perdida”, que salió publicado en el volumen 2 de Poesía Manuscrita. Como no pude venir para la presentación, le pedí a mi amiga la Bedoya que hiciera una performance en mi nombre. Me dijeron que fue un escándalo.
Durante todo este tiempo pensé que nunca iba a volver a la Argentina, hasta que el año pasado me encontré con un ex compañero de la facultad de vacaciones en Ibiza. Me dijo que tenía que volver, que por qué no me presentaba a la beca CONICET, que las cosas en el país habían cambiado y que podía retomar mi brillante carrera (lo de brillante lo dijo él, eh). Al principio dudé. Lo pensé y lo pensé, me moría de ganas de volver, de respirar de nuevo este aire arrabalero, de pisar estas baldosas flojas con mis tacos de 15 centímetros. Pero, al mismo tiempo, me moría de miedo. ¿Cómo volver? ¿Cómo se vuelve a un lugar? Me presenté a la beca y seguí con mi vida como si nada y, en Marzo de este año, en el último día del invierno, me llamaron para decirme que había ganado. El resto de la historia lo pueden leer en este blog.   

No hay comentarios:

Publicar un comentario