La semana pasada Peter y yo hicimos
un viaje muy especial para mí. Después de insistirle una y otra vez desde que
volví a la Argentina ,
lo convencí de llevarme de vuelta a Campana, su hogar natal.
A fines de los 90, cuando nos
hicimos amigos, era costumbre ir para allá una vez al mes, estar en su casa, en
su cuarto, escuchar música de su colección de vinilos de los 80 y CDs. A veces
éramos los dos solos, pero casi siempre estábamos todos los freaks: los gemelos
Alan y Ricardo, que también eran de allá, Nicky, Natalia, la Borisa , la Bedoya , ¡Pablo! y tantos
más. Cada vez que sus papás se iban de viaje, íbamos todos a ocupar la casa y a
quedarnos reventados durante los fines de semana o incluso semanas enteras. Con
el tiempo de a poco nos fuimos yendo todos de Buenos Aires, yo fui la primera,
y esa costumbre se cortó. Cuando volví lo primero que le dije a Peter fue que
quería ir para allá, pero me dijo que ya no iba más nadie, que él iba poco y,
sobre todo, que Campana era un bajón. Igual, yo insistí. E insistí. E insistí.
Y lo logré.
Aprovechamos que los dos tenemos los
miércoles libres y nos tomamos el Chevalier del martes a la noche. La estación
está más tétrica de lo que la recordaba, aunque seguro que no cambió nada. Lo
que pasa es que antes éramos todos unos locos que llenábamos de energía cada
lugar al que íbamos. Igual Once siempre fue de terror. Como no podía pasar de
otra manera, cuando llegamos la boletería ya estaba cerrada y sin boleto no te
sube nadie. Decidimos esperar igual al micro a ver si podíamos convencer al
chofer de que nos llevara igual y comprar los pasajes en la próxima estación.
Primero fue un borracho que estaba esperando con nosotros, pero le dijo que no.
Después fue Peter y le dijo que no también. Sabía que a mí no me iba a poder
decir que no, así que di un paso al frente y me hice cargo de la situación. Me
toqué el pelo para darme suerte, desde la raíz hasta la punta de la cola que me
llegaba, valga la redundancia, a la cola y le pedí si por favor no nos podía
llevar, que sea bueno y que no nos deje parados en Once toda la noche. Funcionó.
Me di cuenta ni bien me miró, no me podía sacar los ojos del busto.
El viaje fue menos largo de lo que
lo recordaba, pero los asientos eran igual de incómodos. Igual el tiempo se nos
pasó volando poniéndonos al día. Suelo ver seguido a Peter, pero siempre
tenemos millones de cosas para contarnos, sobre todo en lo que concierne a
nuestras aventuras amorosas. Llegamos a Campana apenas pasada la medianoche. La
calle estaba desierta, pero no me dio miedo. El silencio y la oscuridad de
Campana es distinto al de Capital y al del resto del mundo. De repente tuve una
ola de nostalgia, la primera de nuestra estadía ahí. Entramos a su casa en
silencio para no despertar a nadie y nos internamos en la cocina a hervir agua
para hacernos un té. Yo estuve en pareja con ingleses y con chinos, pero nadie
tomaba más té que Peter. Una vez que recuperamos el calor nos fuimos a su
cuarto y preparamos las camas. Al principio fue un shock volver a entrar ahí.
Estaba todo casi igual a la última vez que había ido. Incluso estaba pegado
todavía el póster de Marilyn Manson que le regalé cuando me fui a España. Sin
dudas lo que más ganas tenía de volver a ver es el afiche de las trillizas de
oro motoqueras. ¡ES LA VIDA !
¡LA VIDA MISMA !
Al final nos quedamos charlando horas acordándonos de anécdotas. Yo aproveché
para sacarme el maquillaje y las pestañas y ponerme la crema. Me dejó dormir en
su cama y tiro un colchón en el piso para él.
Al otro día me desperté yo primera,
naturalmente. En la época en la que vivíamos todos juntos, los mellizos, Nicky,
Nata y yo siempre arrancábamos el día más o menos al mediodía y a Peter se
quedaba tapado con frazadas al lado nuestro hasta como las dos de la tarde. Desayuné
con la mamá y al rato apareció él. Peter siempre parece más chico de lo que es,
pero en su casa y con sus papás parece realmente un niño. Terminamos nuestro té
con Surtido Bagley, del que quedaron solamente los anillitos, y nos internamos
en el cuarto de vuelta. Nos prendimos un porrito e inmediatamente nos pusimos a
escuchar sus vinilos. Abrimos el cajón y entramos a sacar y a pinchar uno atrás
del otro: Soft Cell, Depeche Mode, Grace Jones, Nina Hagen, ¡Tormenta! ¡Los
Parchis! ¡Y el Club del Clan! Nos morimos de la risa, éramos como dos
personajes de Dark Shadows. Calentamos la comida que nos dejó su mamá en el
horno y enseguida nos fuimos a abrir el mítico placard de los vestuarios. ¡Fue
TODO! Inevitablemente nos empezamos a poner todo, desde las camperas de los 80
hechas con cortina de baño hasta la peluca de Lulú Fox. Lo más increíble fue
reencontrarme con ropa que yo había usado en shows de Ave Porco, especialmente
los conjuntos de las momias travestis que hacíamos en nuestro homenaje a
Marilyn Manson. Casi se me cae una lágrima, pero todavía había luz y había que
aprovecharla, así que salimos a caminar. Nos prendimos otro porro y enfilamos
para el cementerio. Eso era algo que teníamos en común con Peter cuando nos
conocimos: a los dos nos encantaba ir al cementerio y pasar horas ahí. Más allá
de nuestro vampirismo, creo que tenía que ver con nuestra necesidad de
encontrar lugares igual de no convencionales que nosotros para pasar el tiempo.
Nos costó un poco, pero encontramos nuestro lugar, donde nos instalábamos con
todos los demás a fumar y hacer cualquier cosa. Salimos antes de que anochezca
y fuimos al centro. Estaba todo muy cambiado, pero para bien. Nos costó
reconocer lo cerrado y alejado de Campana, sobre todo con la cantidad de
skaters que vimos andando por todos lados. Supusimos que Necro de Boom Boom Kid
y Fun People tendía algo que ver. Volvimos a su casa, comimos algo y partimos
de regreso.
Fue un día súper especial para mí y
le agradecí infinitivamente que me llevara de vuelta para allá. Todavía siento
un poco de toda esa nostalgia. A veces extraño que estemos todos juntos de
vuelta, pero siento que en algún momento no nos quedó otra que crecer. Peter,
por suerte, se pudo mantener fiel a sí mismo. Espero que mi estadía en la Argentina haga eso por
mí. Tener mi DNI me ayudó muchísimo, espero que pasen muchas más grandes cosas.
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