lunes, 21 de noviembre de 2011

Vogue


Estoy muy confundida. Ustedes saben que hace un tiempo empecé a salir con Fok. Casualmente, nada serio. También saben cuánto me gusta él, pero últimamente casi ni nos vemos… Todo empezó con el tema de las competencias de fisicoculturismo, hace cosa de un mes. Desde esa época cambió mucho, su cuerpo pasó a ocupar el lugar central en su vida y no queda mucho espacio para otras cosas. Me temo que yo soy una de esas otras cosas. El problema igual no es ese, yo siempre supe que esto tenía un principio y un fin. La cosa es que ahora me enganché con otra persona. Mejor empiezo desde el principio.
¡Arte, arte, arte! Matías haciendo magia a pleno. A la izquierda,
Nadina, a la derecha, Mambo 
Ayer sacamos las fotos de la tapa de Neverland Bizarro. Quedamos a las 11.30 de la mañana en el estudio de fotos que quedaba por Congreso. Llegué justo a tiempo y en la puerta me lo encontré a Matías, el maquillador. Ya nos habíamos visto un par de veces a la noche y pegamos re buena onda. Adentro nos esperaba Darío, el fotógrafo, que ya estaba acomodando las luces y esas cosas. Mientras esperábamos que llegara Peter, los chicos me mostraron toda la ropa y zapatos que había en el estudio. De más está decir que enloquecí. Nos reímos a carcajadas de los modelos que había y, obviamente, me presté a ser maniquí y me probé todo. Mi conjunto preferido fue una mini y un corpiño de cuero con unos tacos aguja de metal. Quedé fatal. Matías me improvisó un maquillaje furioso y así me quedé toda la tarde recibiendo a los demás. Al rato llegaron Peter, Nadina, que va a hacer el retoque de fotos, Mariano, que le acomodó las luces a Darío y se fue y, por último, Mambo. Mambo. Mambo. Mambo. ¡Mambo! Él es el culpable de mi confusión. Cuando lo vi me costó disimular lo mucho que me gustó, Matías y Darío se me morían de risa en la cara. No sólo es bello, sino que es tan, pero tan talentoso. Tenía un cuadernito en el que se la pasó dibujando toda la jornada, cada tanto lo espiaba, pero no me quería dejar ver qué era lo que hacía.
Mambo haciendo su arte. Al fondo, Darío dándole
direcciones a Peter
Bueno, volviendo a la sesión… Ni bien llegó, Peter se encerró con Matías en el camarín y empezó el montaje. ¡No saben el maquillaje que le hizo! Si no lo veía paso a paso, no me lo creía. Lo dejó hecho un animé. Le peinó una cresta como de los Misfits y lo cubrió con una pintura plateada. No puedo mostrarles el resultado final porque es secreto de estado, pero sí pueden ver una de mis fotos del backstage. Cuando todo estuvo listo fuimos al estudio propiamente dicho. Ahí llegó Martín, el chico que hizo la promo con Flori y se quedó a asistir a Darío. La sesión duró como tres horas, pero valió la pena. Terminamos famélicos, así que propusimos ir a comer una pizza, pero Mambo y Martín se tenían que ir. Bajamos todos y lo despedimos primero a Martín, que se iba para un lado, y después a Mambo, que se iba para el otro. Antes de irse, me dio una hoja de su cuaderno doblada y un beso en la mejilla. La guardé y la abrí recién cuando llegué a casa. Era un dibujo mío, precioso, con su número de teléfono. 

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